Relato: Bombones en el parabrisas

Segunda parte del relato corto “Rosas en el parabrisas”. ¿Quién está dejando ahora bombones en el parabrisas de la profesora? Sigue leyendo y descúbrelo en este relato que combina intriga y amor.

Dos semanas después del incidente de las rosas, Magda encontró un pequeño paquete envuelto en papel rojo sobre el parabrisas de su coche.

Varios pensamientos cruzaron su mente a medida que se acercaba. No, otra vez la misma historia, no. Si Darío de nuevo… Sin embargo, había aprobado. Si era un regalo de agradecimiento, ¿por qué no se lo había dado en persona?

Magda cogió el paquete y rompió un trozo del papel, lo suficiente para descubrir que se trataba de una caja de bombones de chocolate. Sin pensárselo dos veces, se acercó a la papelera más cercana y la tiró.

Esta vez decidió no comentar nada sobre el asunto por temor a que la noticia corriera por el instituto y la convirtiera en el objetivo de habladurías y burlas. Si no era un caso aislado, ya se encargaría ella sola de dar con el culpable.

Al día siguiente tuvo reunión de profesores. Magda se sorprendió cuando el jefe de estudios entró en la sala con una caja de bombones igual que la que ella había tirado a la papelera.

Se preguntó si sería la misma caja u otra. Prefirió pensar que era otra, si no, ¿cómo la había conseguido?

Él colocó la caja en el centro de la mesa, la abrió y les ofreció a todos.

—¿Es tu cumpleaños, Alonso? —quiso saber alguien después de coger uno de los bombones.

—No, los he traído para endulzaros el día.

Cuando terminó la reunión, quedaban tres bombones y Magda no había cogido ninguno.

—¿Quieres uno? —le preguntó él, acercándole la caja.

—No, gracias.

—¿De verdad? Están muy buenos. No se lo digas a nadie —dijo en voz baja—, pero me los encontré ayer en una papelera antes de irme.

¿Debería comentarle el asunto, aunque se lo tomara a broma? Magda se mordió la lengua, dudando sobre si contárselo o no. Al final, se marchó sin decirle nada.

De nuevo encontró un pequeño paquete en el parabrisas aquel día. ¿Más bombones? Sí, aunque esta vez estaban rellenos de licor. Decidió que era mejor parar aquello cuanto antes, de modo que regresó al edificio principal y llamó al despacho del director. Nadie respondió.

—¿Todavía no te has ido? —le preguntó el jefe de estudios cuando salió de su despacho.

—Como ves, aún no, pero ya me voy. Hasta mañana.

Magda se alejó, pero el jefe de estudios aceleró el paso y se puso a su altura. Comentaron sobre los preparativos de la fiesta de fin de curso hasta que él le preguntó por qué llevaba una caja de bombones en la mano. Ella se quedó sin saber qué decir.

—Así que no querías de los que te he ofrecido porque te gustan de licor.

—No. —Suspiró—. Los he encontrado en el parabrisas de mi coche.

Alonso se rio.

—Oye, no tiene gracia —bufó Magda.

—¿A quién vas a suspender? ¿O tal vez es algún alumno de los que tiene que recuperar tu asignatura?

—Eso he pensado, pero no se me ocurre quién. Darío ya aprobó. Confío en que no le haya contado su método a nadie porque esto empieza a parecerme una pesadilla.

—¿Qué vas a hacer con esos bombones?

Magda se los regaló. Él quiso saber si no le gustaban, pero ella sacudió la cabeza y habló de la posibilidad de que estuvieran envenenados.

—Gracias. ¿Y me los das a mí?

—Los de ayer no te han hecho daño —replicó ella sin darse cuenta.

Se tapó la boca con la mano, pero ya era tarde, así que, antes de que él preguntara, le contó que no era el primer día que encontraba bombones en el parabrisas.

—¿Y no te gustan los bombones?

—No es eso. ¿Acaso tú te hubieras comido unos bombones sin conocer su origen?

—Sí. ¿Piensas que alguien intenta envenenarte?

—No, pero me temo que la historia de las rosas se ha filtrado y alguien encuentra divertido tomarme el pelo ahora con chocolate. —Ella suspiró—. Menos mal que este curso está a punto de terminar.

—Y no nos veremos hasta septiembre.

—Exacto. Podremos desconectar hasta septiembre.

—Lo siento.

—¿Qué?

—Lo siento. No quería molestarte. Si ayer hubieras abierto todo el paquete, habrías encontrado una nota dentro, pero lo tiraste antes.

Magda se detuvo, miró con los ojos muy abiertos al jefe de estudios.

—¿Qué decía esa nota? —se atrevió a preguntar sin saber si quería oír la respuesta.

—No decía mucho, solo era una invitación para comer conmigo. Te estaba esperando allí —señaló hacia la puerta principal—, por eso, te vi tirar los bombones y volví a recogerlos.

—¿Por qué no me lo dijiste en persona en vez de hacerlo al estilo de Darío?

—Pensé que sería una buena idea. —Se encogió de hombros—. ¿Quieres que almorcemos?

—¿Por qué quieres que comamos juntos?

—Para conocernos.

—Ya nos conocemos.

—Conocernos fuera del instituto —puntualizó él, poniendo los ojos en blanco.

Magda se tomó unos segundos antes de dar una respuesta.

—Iré contigo porque tengo hambre, aunque quiero que quede claro que no es una cita.

—De acuerdo —sonrió él porque al menos Magda no había tirado su propuesta a la papelera.

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Imagen de portada: Egor Lyfar en Unsplash.


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4 comentarios en «Relato: Bombones en el parabrisas»

  1. Me encanta el romanticismo que desprende el género masculino, en contraposición del poco sentido del humor y la suspicacia de la mujer que llegan a resultar insufribles.

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    • Gracias por pasarte y leerlo, Maite. Ya ves que Alonso no iba a tirar la toalla sin intentarlo antes.

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