Escribir un relato no es tan fácil como parece. Contar una historia con una extensión determinada reduce el margen de maniobra, aunque a la vez te permite no profundizar en los detalles.
En cualquier caso, para contar algo tienes que tener algo que contar. Sí, es una perogrullada, pero la página en blanco hay que rellenarla y no tendría mérito aporrear el teclado sin ton ni son, a pesar de que el teorema de los infinitos monos enuncie que
Un mono aporreando una máquina de escribir durante un tiempo infinito podría llegar a escribir cualquier texto dado, como por ejemplo las obras completas de Shakespeare.
En mi caso, el teorema no es aplicable por tres razones:
- No soy un mono, aunque a veces me ponga mona (vaya chiste malo)
- ¿Tiempo infinito? Mis días son de 24 horas.
- No utilizo máquina de escribir
Así que cuando me pongo a escribir, más me vale hacer algo mejor que teclear a lo loco.
Publicar relatos en el blog para la categoría Relatos cortos en ocasiones me ha forzado a escribir, incluso cuando no tenía ninguna idea en la cabeza.
Así que sin más dilación, voy a compartir contigo de donde surgieron algunas de mis ideas para escribir los relatos cortos publicados en este blog.
Ponte zapatos cómodos porque vamos a dar un paseo entre bambalinas.
¿De dónde saco las ideas para los relatos?
Hay quienes hablan de las musas. A mí más bien me parece que hay personas, cosas o situaciones que nos inspiran a escribir una historia. Inconscientemente en ciertas ocasiones y, por eso, nos sorprende que nos surjan ideas.
Pero una idea por sí misma no sirve, salvo que trabajes con ella. Para eso, la imaginación y la inteligencia se ponen manos a la obra.
Un vigilante para el museo
Recuerdo que cuando empecé a escribir el relato que terminó siendo Un vigilante para el museo estaba en blanco. No se me ocurría nada que me convenciera.
Me enfrentaba a la página en blanco y llevaba las de perder hasta que me puse a escribir y a raíz de la primera frase comenzó el resto de la historia.
Cursos de cocina
Para Cursos de cocina mi objetivo era escribir un relato con toques románticos, así que necesitaba los ingredientes básicos de toda historia: personajes, escenario y conflicto.
Y me puse a trabajar en ello: de ahí salieron las ideas.

La realidad al servicio de la ficción
Normalmente, las ideas para mis relatos salen de la vida cotidiana o de mi propia experiencia. Te lo muestro con los siguientes cuatro ejemplos.
Punto de arroz
Este relato fue fruto de mi exitoso inicio en el arte de tejer con agujas. Digo exitoso porque el primer acercamiento a este arte, años atrás, fue un fracaso. Se me escapaban los puntos y el tejido salía con agujeros, más parecido a lo que podría haber sido una malla de fruta que a un tejido consistente.
No obstante, al volver a intentarlo, logré formar poco a poco un tejido sin agujeros y adentrarme en el mundo de los puntos del derecho y del revés.
Tuve mis dudas sobre el final de este relato: ¿Y si el chico era un fantasma? ¿Y si luego se encontraban fuera de clase? Pero escribir implica tomar decisiones, así que me decanté por la que hay.
Si no lo has leído o te apetece releerlo, puedes leer Punto de arroz aquí.
Quiero aceitunas
Al principio, este relato era un microrrelato de 400 palabras que publiqué en Facebook y que amplié para convertir en una publicación del blog.
Por si un microrrelato de 400 palabras te parece que tiene poco de micro, alego que en aquel momento para mí un microrrelato tenía una extensión de menos de 500 palabras, ahora sé que hay discrepancia sobre el número de palabras como comenté en Microrrelatos, relatos o novelas, ¿cuál prefieres?
Volviendo a Quiero aceitunas, el relato está inspirado en un programa de televisión sobre personas tacañas. Una vez salió una que fue a la heladería y después de degustar varios sabores de helado, se marchó sin comprar ninguno. Si ya había comido helado…
La mosca artista
Este también empezó como un microrrelato de casi 460 palabras publicado en Facebook y que utilicé para transformar en relato del blog. En la modificación surgió Vanesa, la esposa de Ernesto.
Se inspira en mi experiencia, pero no por la parte de la pintura, sino de la mosca. ¿O es que a ti nunca te ha fastidiado una mosca? Hay que ver cómo molesta una cosa tan pequeña y zumbona cuando vuela a tu alrededor y le prestas demasiada atención. Y lo peor es que la molestia da paso al mal humor si no te controlas.
Y una falta de control puede causar un estropicio como le ocurrió a Ernesto. Para refrescarte la memoria, relee (o lee) aquí.
Ese diablo llamado prisa
Con este relato quería reflejar el peligro de dejarse «poseer» por la prisa. Cuando uno va a contrarreloj si no tiene cuidado, puede obsesionarse con correr más que el minutero y volverse ciego al resto de la realidad, ignorando a las personas de alrededor y pensando solo en uno mismo. ¿No te ha pasado alguna vez?
Y, para colmo, eso que se pretendía alcanzar se esfuma… Tanta prisa para nada como le sucedió a Fabio. Léelo aquí.
Y hasta aquí el paseo detrás de las bambalinas. Espero que te haya gustado.
Si quieres decirme algo sobre los relatos o las ideas, deja tu comentario.
Imagen de portada: Jamie Haughton en Unsplash. Imagen del artículo: jeshoots.com en Unsplash.
Gracias por compartir con nosotros algunos de los entresijos y la “sala de máquinas” de donde surgen los relatos con que tú habitualmente nos obsequias.
Gracias a ti, FJ. Me alegro de que te haya gustado el paseo entre bambalinas.